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Hacernos alfareros de nuestro dolor

Al contemplar a Jesús Crucificado S. Pablo de la Cruz nos invita a descubrir allí la salvación fruto del amor definitivo de Dios y desde esta experiencia nos regala una espiritualidad capaz de dar sentido a nuestro dolor ¿Cómo es posible decir que la Cruz de Jesús y nuestras cruces son un único misterio de salvación y de amor? ¿Qué significa celebrar la Pascua en la Pasión del Mundo, en nuestra Pasión?



La Biblia recoge una experiencia que todos tenemos frente al dolor: “maldito el que cuelga del madero”. El dolor es experimentado como maldición, como castigo. Y a Jesús lo colgaron del madero… Y cuantas veces nosotros también estamos colgados del madero, cuantas veces vemos a los Crucificados… Muchas veces nos vamos haciendo insensibles al dolor, nos acostumbramos a la cruz de Jesús al igual que nos acostumbramos a ver el horror que nos rodea, a no ver los niños en la calle o las caras cargadas de tristeza de los que nos cruzamos, la humillación de los desocupados vendiendo en los ómnibus... al igual que nos acostumbramos a vivir con nuestro dolor. En la costumbre y en el soportar no hay Pascua. Nos vacunamos con escenas violentas para no sentir. Quizás el símbolo de la tierra nos ayude a entender como es posible hablar de la cruz como misterio de salvación y amor. La tierra es símbolo de fragilidad, el barro es lo que nos ensucia y nos detiene, cuando las cosas están difíciles nos sentimos bajo tierra o embarrados hasta el pecho. La cruz y el dolor por un lado son como la tierra y el barro, fragilidad, pecado, pérdida de sentido, injusticia. La Cruz es misterio de salvación y de amor no por el dolor mismo. Lo decimos porque creemos que esta tierra, este barro, estos dolores, pueden ser trabajados, amasados, moldeados. Los artesanos toman el barro, lo amasan con infinitas caricias, lo suavizan, lo van llevando pacientemente al punto justo en que puede ser modelado. Hábilmente, sutilmente, con un proyecto en el corazón el alfarero va transformando, el barro en algo útil, hermoso, o útil y hermoso a la vez. En la cruz de Jesús no celebramos el dolor... celebramos lo que Jesús hizo con su dolor, se hizo alfarero de su dolor, por eso allí pudo perdonar a los enemigos, hablarle con ternura a la Juan y a María, renovar la promesa de la vida a los otros condenados, entregarnos en el último suspiro lo último que le quedaba: SU ESPÍRITU. El Crucificado nos invita a ser artesanos, alfareros de nuestro barro, de la misma manera que Él que hizo del barro de su dolor en la Cruz un abrazo, tierno, amoroso para toda la humanidad, incluso para los que lo torturaban. Estas actitudes no se improvisan, necesitamos trabajar sobre nuestro barro, como Jesús. Necesitamos abrirnos a que otros artesanos y de una manera particular Jesús, metan las manos en nuestro barro y nos ayuden, para llegar a ser hábiles alfareros de nuestro dolor.               Juani Rosasco cp 











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