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Líneas para una espiritualidad de la solidaridad

Ninguno de nosotros se nos escapa la certeza que estamos viviendo un tiempo de crisis económica. No es una sensación, todos de distintas maneras lo vamos viviendo.
A algunos estas crisis los golpean de manera muy cruel. Para un discípulo/a de Jesús estas realidades son un llamado.





El Evangelio de Lucas conserva dichos y refecciones que nos resultan especialmente significativas. En cierta ocasión se le acercaron a Jesús para pedirle que resolviera un drama… cuál es el límite para nuestra misericordia… a quiénes tengo que atender… con quiénes tengo que compartir… ¿El límite es el de los afectos (familia, amigos, conocidos)? ¿El límite es con los de mi grupo de pertenencia (raza, cultura, país, barrio)? ¿El limite es moral (si a los buenos, no a los malos)?
En su sabiduría Jesús no responde dando una definición, responde con una parábola, un lenguaje más abierto que siempre nos dará la posibilidad de vernos en ella y encontrar criterios significativos para nuestras vidas. Un hombre fue asaltado en el camino… lo dejaron medio muerto… Algunos pasan a su lado… y continúan su camino, los oyentes de ese tiempo podían comprender la aparente indiferencia de los que pasaban… si estaba muerto no se lo podía tocar porque según las leyes de pureza el que toca a un muerto queda impuro y la pureza es un valor superior… si fue golpeado tan fuertemente seguramente tendría sangre y tocar la sangre es tocar algo muy sagrado, la vida… y nadie puede tocar lo sagrado… solo Dios. Con estas legalidades se recuperaba la paz que la dureza de la imagen del hombre caído al costado del camino amenazaba. Sorpresivamente Jesús desenmascara esta situación, le quita a los oyentes los “lentes de colores” que ocultaban el drama. Aparece en la escena un habitante de Samaría, un extranjero… un hombre de un pueblo de costumbres y religión distintas… en la mayoría de los relatos de ese tiempo la aparición de estos personajes era para encarnar al “malo de la película” (en las películas de hoy siguen existiendo personajes que por el color de piel, sus peinados y vestimentas encarnan todos los males). Y este hombre es el único capaz de acercarse y arriesgarse. La única razón: este hombre me necesita. El extranjero asume el cuidado de este hombre que otros han maltratado. Jesús termina esta parábola que intenta responder a la pregunta sobre quienes son los que merecen nuestra proximidad: ¿Quién fue entonces el prójimo? Los oyentes responden con facilidad porque es casi evidente: el que se compadeció del caído. Hasta aquí esta reescritura de la Parábola del Buen Samaritano (Lc. 10, 29 – 37). Con estas enseñanzas de Jesús podemos mirar con mas elementos este drama vital, frente al necesitado la actitud es la solidaridad, la misericordia, la ternura, la cercanía, el compartir y ser capaces de cambiar nuestros planes. El caído es una invitación a ensanchar nuestra mirada y nuestro corazón.
Durante los años 70 comenzaron a llegar a la casa Nazaret algunos que necesitaban refugio. Uno de los beneficiados por ese techo recuerda que cuando sus padres comenzaron a explicar al P. Mateo Perdía cp su situación y lo que pedían el les respondió: “me basta saber que necesitan”.
Juani Rosasco cp                                                                         


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